Suele suceder que una vez madurada la idea sobre la obra a realizar, me encuentro delante de la inmensa superficie del soporte a utilizar, lienzo, cartón o papel, completamente blanco. Y ese pedazo de blanco parece un muro insalvable, una muralla imposible de conquistar o una pared rocosa con su cima inalcanzable.
Pero también pasa, que en un instante concreto y sin obedecer a ninguna lógica, esa gran extensión de blanco se vuelve minúscula. Y con un sinfín de música rock en los oídos, esa idea durante tantos días macerada toma forma y el camino se vuelve asequible, no sin piedras o baches, pero asequible.
Y el Boss, con su amplio repertorio me ayuda y colabora en la consecución final de la obra. Parece que fue ayer cuando apareció en el escenario con toda su garra y fuerza. Y ya hace 11 años, tantos como mi pequeña.
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